Nemesio Antúnez

NELSON LAGOS, es pintor con una expresión propia, no se deja llevar por modas ajenas, pinta seriamente, profundamente sus propias vivencias, la vida en las pensiones de estudiantes provincianos, un joven en mangas de camisa espera en la puerta, una niña bajando las escaleras con sombrero rojo, esto por allá por Catedral abajo, barrio de mansiones venidas amenos, hay un clima de “Para tí”, de fonógrafo, recuerdan los
poemas del joven provinciano Neruda en Santiago “Los crepúsculos de Maruri”, calle del barrio Bellavista”.
Nelson Lagos pinta desde adentro, su pintura es verdadera, es su vida, como debe ser.
Nemesio Antúnez
Director del Museo
Nacional de Bellas Artes
Catalina Mena

“Mi mirar es nítido como un girasol
Tengo la costumbre de andar por los caminos
Mirando para la derecha y para la izquierda,
Y de vez en cuando mirando para atrás…
Y lo que veo a cada instante
Es aquello que nunca había visto
Y me doy buena cuenta de ello.
Sé tener la curiosidad esencial
Que tiene un niño, al nacer,
notara que nació de veras…
Me siento nacido a cada instante
Para la eterna novedad del Mundo”
Fernando Pessoa (Fragmento de Poemas de Alberto Caeiro).
DE MIRADAS Y PAISAJES Catalina Mena
I
Santiago – Talca – Santiago. Tres horas de ida y tres de vuelta. Una vez a la semana. Diez meses durante tres años. En total más de setecientas horas montado en un bus. Mirando por la ventana. El paisaje en otoño, en invierno, en primavera, en verano. Siempre otro. De mañana, de tarde, de noche. El paisaje que se ve a través de la ventana abierta y el que se refleja duplicado o invertido en el vidrio o en sus marcos metálicos.
II
Con la repetición semanal del trayecto, el paisaje va dejando de ser aquello que está allí afuera y se transforma en una compleja elaboración de la memoria visual. Es el ojo del viajero el que lo reinventa en la suma caleidoscópica de visiones diversas. El paisaje, fragmentado y dislocado por la percepción, incorpora recuerdos de distintas horas y estaciones a los que quizás ya se hayan sumado otras memorias. Puede que ahora también hayan entrado en escena los paisajes que el pasajero imaginó en el entresueño del viaje, o que vio en algún cuadro, o que intuyó en una pieza musical. También el vestigio de esos paisajes ya transformados por el tiempo. Algo de esos caminos semi rurales que de niño recorría a pie, cuando vivía en San Miguel, al borde del campo travieso. Y era chico. Y le gustaba perderse. Y aún no imaginaba su destino de pintor.
III
El pintor-pasajero de este bus es Nelson Lagos. Ha viajado al sur todas las semanas para enseñar a los estudiantes de diseño. Y lo que les enseña es una sola cosa: que miren con sus propios ojos. En ese viaje ha reciclado los tiempos muertos para mirar por la ventana, otra vez, con los ojos del niño. Entonces, en su taller de Santiago, ha plasmado sobre la tela esas visiones: las sobrepone, las monta en planos diversos, las integra a su historia. Las suyas, son pinturas desobedientes a los mandatos de la perspectiva: el plano está fragmentado, el observador puede situarse en cualquier punto. Porque todos los puntos son puntos de fuga y todas las miradas son construcciones subjetivas. “No existe la línea del horizonte. Lo que existe es la propia línea del horizonte”, dice Lagos. Y sonríe.
IV
El currículo de Nelson Lagos es extenso. Lleva más de cuarenta años haciendo arte y otros tantos enseñando. Cuando era chico le atraían las alfombras de ciertos locales, pero sus ojos se encandilaban con los colores y las formas se escapaban. Hasta que quiso dibujar y lo hizo bien. Trabajó en publicaciones como ilustrador y luego se metió a estudiar. Fue entonces cuando cayó de bruces en la pintura y le juró fidelidad eterna. “Nunca más pude soltar los pinceles. Para mí es un castigo”. Á cadena perpetua fue la condena, dice Nelson Lago
V
Mahler es su compañero de celda. Lo escucha en un tornamesa mientras va rediseñando estos paisajes que no son paisajes, sino preguntas. Y una sola es la pregunta que siempre se renueva: ¿Qué se mira cuando se mira?. Allí, sobre las telas, están los titubeos curiosos: las visiones quebradas de esos espacios que a ratos son rurales y a ratos se interceptan con los códigos de la ciudad. En algún lugar del cuadro, Lagos ubica una o dos figuras humanas. Casi siempre parecen estar huyendo, cayéndose hacia los bordes de la representación. Son especies de caminantes que aparecen de pronto en un paisaje ajeno a su origen. Van vestidos de ciudad, parecieran empujados por el azar. Pero luego uno descubre que son datos de la biografía artística de Lagos. Porque durante mucho tiempo, el artista pintó escenas protagonizadas por figuras humanas. Son los personajes de las anteriores pinturas de Lagos que ahora reaparecen para decir que el artista siempre es el mismo y siempre otro. El mismo, pero “nacido a cada instante, para la eterna novedad del Mundo”.
VI
La curiosidad del Pessoa caminante ha salvado a Nelson Lagos de la vejez. Aunque varias horas al día se encierra en el taller, nunca ha dejado de ser caminante. Aún ahora, a veces se levanta en un día soleado y junto a su mujer emprenden una caminata donde lo que importa no es el destino final, sino el puro ejercicio de ir andando. Se diría que Nelson Lagos más que exhibir cuadros, exhibe la perplejidad, (como “eterna novedad”) de su propia mirada. Si en vez de pintar escenas íntimas, ahora mira por la ventana, es sólo porque ha girado la cabeza para mirar hacia otro lado. Pero el ánimo de su obra sigue siendo el mismo. Lagos siempre ha cuestionado la existencia de una mirada única. También en sus obras más figurativas, el plano estaba fragmentado. En un mismo cuadro, la escena se desplegaba en diferentes aspectos. Un personaje podía estar conversando con otro, pero Lagos incluía la imagen secreta de sus pensamientos, como un relato enmarcado, como cuadro dentro del cuadro. O quizás como pregunta dentro de otras preguntas, en el vértigo recursivo de la incertidumbre. C. Mena
Isabel Aninat

“Hay en el arte contemporáneo un elemento de protesta. Que es quizás su elemento
más característico . . . Hace muchos años que los artistas no sienten simpatía hacia
la sociedad en que han nacido y tienden a usar el arte para criticarla y burlarse de ella
o bien para protestar contra la suerte que los ha condenado a un destino tan desgraciado” (Herbert Read “La Décima Musa” Pg. 45).
El arte de Nelson Lagos no tiene nada de eso. Es así que me atrevo a clasificarlo como marginal. Marginal en el sentido más estricto de la palabra. Es decir, qué se mantiene al margen del ““modo de hacer” de las vanguardias, del tiempo cronológico en que está inserto. De grandes discursos
intelectuales. De las habituales alusiones televisivas y de la velocidad que nos es propia.
El ser acontece en el tiempo y en el espacio. En lo espacial su despliegue o repliegue se da a
través de la cercanía al medio social histórico cultural inmediato que le toca vivir y por la lejanía
del modelo ideal que es recibido desde afuera. El acontecer de este artista cuyo tiempo y espacio se
retiene en los años cuarenta nutre de vivencias que ya no se sabe bien si son suyas o de la información visual que él recibe en su juventud y que ahora crece en dimensión y fuerza: La revista chile-
na (Ecran – Teleamor – Zig-Zag y otras). Estas, al igual que el cine de ‘*Happy End”, hacen que la
obra de Nelson Lagos tenga muchos de la alienación producida por la publicidad que vende un
mundo feliz con rostros de belleza europea como ideal.
El referente de Nelson Lagos es el rostro. Rostro que asume distintas actitudes y se transforma en el panel donde intervienen las fotos de ídolos o de situaciones idílicas que han sido recorta-
das y colocadas una a una caso como un calendario de vida añorada. Fotos que se hace tan propias que el artista siente derecho de retocarlas, de apropiarlas a su contexto de sueños. Es una especie de fichero de rostros, de vivencias traspuestas. Rostros femeninos con cutis de muñecas de
loza recuerdan su pasado. Pasado”que tiene más vida, más existencia que su propio ser.
Es un ser que existe en una postal, en una fotografía, en un recorte de revista que tantas ve-
ces soñó con ser él mismo y que con el tiempo ya no sabe si lo representa o presenta.
Es indudable que el tiempo y el espacio de ésta obra no tiene las condiciones de lo que llamaríamos comúnmente contemporáneo. No es lineal e irreversible, sino cíclico y reversible, no es
objetivo ni tecnificado sino mágico y misterioso. Todo es estático. Paralelas y verticales estructuran
las telas —nunca las diagonales— y dan cuenta de un tiempo retenido. A pesar de su fragmentación,
es un estar allí tal como fue visto en el recuadro, no ya del comics (eso suena muy americano), sino
de la revista popular chilena de años atrás,
“Yo no soy de la generación de la televisión —nos dice el artista la conocía bastante mayor, incluso después de su llegada a Chile. Mi información visual fue a través de las revistas”.
En esta obra podríamos rastrear algo del ser chileno, su instalación o su desambientación en
el mundo, su itinerancia en búsqueda o errancia en un sin sentido, su presencia de estar en y con o
su ausencia desvinculante, su clausura o apertura.
Esta narración artística de acontecimientos diseña el perfil de una cotidianidad que hace trascendente el fundamento de sus episodios. Es reminiscencia que revela la memoria, los ideales y las
frustraciones más verdaderas de la especie. Es una narración no ya de la historia de la sociedad
chilena sino que ahonda en la transhistoria.
A través de la obra de Nelson Lagos podemos entender la definición que hace Durand respecto a Recorrido antropológico “’como el incesante intercambio que existe en el nivel de lo imaginativo, entre las pulsaciones subjetivas y asimiladas y las intimaciones objetivas que emanan del
medio cósmico y social”.
Estamos, entonces frente a una especie de biografía del acontecer o mejor del ser-chileno que
navega por aguas indefinidas. Donde se recuerda lo que nunca se vivió pero siempre se soñó. Donde
se trasladan las propias vivencias a ideales de aparente felicidad que llegan desde afuera. Donde se
busca salir del encierro de un país lejano y aislado escondiéndose en páginas de revistas que aprisionan pero a la vez hacen volar la imaginación. Donde el ensueño es el mediador o medium en que
sueño y realidad se identifican. Donde el saboreo de lo imaginativo y sentimental del recuerdo y de
la esperanza tiene la virtud de mantener abierta una ventana a lo posible…
Es como un ser y no ser, Un estar y no estar. Un haber sido, sin haber sido. Un estar siempre
conjugando un algo que va entre la esfera del instante que fue y el que nunca fue. Es el ser chileno
que aguarda con ansias secreta la inmanencia o unidad del ser que aún no se da.
Sin embargo, no estamos frente a una pintura de orden psicológico, tampoco frente a un documental de naturalismo. Es decir, no es un mero describir ni lo de adentro ni lo de afuera sino que
es pintura de imagen que se presenta al ojo y del ojo pasa al corazón sin que intervenga para nada
la cabeza. Las emociones, las ideas, las creencias valen como fuerzas de su actuar como contribuyente de la personal perspectiva de vida, pero en Nelson Lagos, éstas se traducen en un lenguaje
pictórico.
No hay, evidentemente, en este quehacer un proceso que da cuenta de una pintura sublima-
da, sino que es el fruto de una cultura popular arraigada en un entorno cotidiano de imágenes que
se mitifican y asumen tal importancia que se convierten en fetiches.
Ahora bien, estamos frente a un artista que sin dudas sabe muy bien su oficio, que utiliza los
materiales según necesidades pictóricas, no según conveniencias de modernismo o posturas de vanguardia. Un artista que contrastando técnicas en una misma obra nos lleva a situaciones ambiguas,
o como él mismo dice, nos indica el camino adecuado de lectura. Mas, este juego de utilización de
distintas técnicas tales como el temple en los rostros de primer plano y óleo en las cosas más
pequeñas, collage tanto de recortes como de fotografías, veladuras, la concretización de brillos, la
fuerte coloración de los labios de las mujeres, dan cuenta de la gran sensualidad de Lagos con respecto a la materia. Y ese hacer que el ojo se haga sensible a las capacidades del material pictórico
para acentuar rostros y textura del ropaje nos recuerda a su maestro Ricardo Yrarrázaval a quien
este artista admira profundamente.
Es una pintura esencialmente urbana donde aparecen ciertos datos que dan cuenta de la cordillera ubicándonos el lugar. Sin embargo predomina el encierro de la urbe. El encuadramiento no
sólo de momentos rituales del hombre, matrimonios, romances, juegos, concursos, etc.; sino también el encuadramiento de un espacio vital. Más esto no lo inmuta ni lo revela, no hay ningún asomo de violencia contra la sociedad o cultura que le toca vivir. Sólo nos habla de un acontecer.
¡Que es una pintura literaria! No cabe dudas. Pero la historia igual que las historias que nutren a este artista se cuentan en y por la imagen, y por lo tanto es esencialmente gráfica. Se cuenta
en y por los ojos, y por lo tanto es esencialmente visual. Se cuentan en y por la cultura popular,
y por lo tanto es esencialmente chilena.
Isabel Aninat
Justo P. Mellado

Pintura y vida cotidiana
El mundo de Nelson Lagos es el mundo de todos los días. Sus pinturas son como el coro en las
tragedias de Eurípides que, contra la vanidad del gran gesto y la insaciable aspiración de superioridad
individual del héroe, reivindica los deseos de la “gente común”; en fin, el valor de la vida cotidiana (1).
Es en ella que se producen y reproducen aquellas certezas básicas ¡las certezas básicas de la infancia!
desde las cuales evaluamos lo novedoso y lo problemático… es decir, eso que nos produce un cierto
temor. Hablar de esos temores siempre presentes es el pequeño riesgo de estas pinturas narrativas
que, respetando los hábitos perceptivos y las convenciones vigentes —el cuadro como ventana, co-
mo texto abierto, como máquina generadora de interpretación hacen su “camino de perfección”.
Temor, en pintura, puesto que se retoca el juego de una apertura posible, trabajando a saturar la visibilidad que amenaza. El temor ante la línea final de las piernas cruzadas de una mujer sentada en un
sillón —el trono— con el fantasma vigilante del padre haciendo toda la sombra que puede, sosteniendo- la en el aire apoyada quizás donde… o ante la masa informe de un confuso abrazo terminal que corona el extremo de una escalera a la cual se accede sorteando dos obstáculos, que retoman la línea temerosa de las piernas abiertas como tijera, desafiantes. Junto imágenes de dos telas porque una línea de contacto secreta urde intrigas inconfesables que nos ponen frente a la elocuencia de la historia relatada al pie de la escalera. Curiosamente, el acceso al infierno de la interpretación nos obliga a subir el tono.
El primer obstáculo es la altura misma del primer peldaño que se afirma en la figura oscura
de la puerta entreabierta de una despensa. El segundo obstáculo es la vuelta de una esquina que es-
conde la sorpresa de otra mujer también amenazante que parece estar erguida a la medida de la
acometida que espera, sosteniéndose a si misma para mantener la rectitud temporal de una verticalidad que será desmentida por las curvas fugaces de la mujer gigante que parece abandonar la escena,
dándole la espalda. Es por eso que cambié, en la cita que hago del texto de Lechner, la palabra necesidad por la palabra deseo. En verdad, el cuerpo —de la “gente común”— no tiene necesidades, sólo
tiene deseos… de orden interno…intenso. Y la vida cotidiana es aquel punto de articulación de las
distintas energías corporales puetas en juego en la escena doméstica; escena, esta última, que per-
mite abordar la textura celular de los procesos sociales. Es por eso que las pinturas de Nelson Lagos
poseen intervenciones provenientes de la cultura del comic, convenientemente retraídas a la pintura y aisladas en un conjunto dominado por la academia, pero que a su vez mantiene con la fotografía
” recuperada de la prensa de masas una deuda primordial.
Me detengo en algunas imágenes: el hoyo oscuro del primer peldaño es como las imágenes de
esos dibujos animados a los que
se les ha terminado el piso y siguen corriendo en el aire… Sin darse cuenta. Es el abismo preliminar que invertidamente conduce a la confusión terminal de un abrazo de sombra plana que hace contraste con la sombra acarreada de los senos en el continente rojo que viste un figurín de moda. Se le opone, mostrando lo detrás visible por inalcanzable, la masa de carne que amenaza con desgarrar el vestido —su velo como símbolo de virginidad en la zona que remite a su propio lado oscuro. Esta es una actitud de tensión que manifiesta no querer nada de eso — eso es el desafío punzante de la mujer que tiene la cara semi borrada porque su Cara está en otra parte— y cubrir la vergüenza supuesta de la escena aumentando ostensiblemente
su dimensión como condición de permanencia… como mujer que da la espalda, es decir, la otra cara
de sirvienta de un hotel pajarero?-. Ella es así de grande porque esa es la magnitud del deseo de es-
tar fuera del cuadro… Sabiendo que el lugar hacia el que se dirige es solo una sopa amarilla perdida
en la tonalidad de una condena perspectiva que convierte el piso en una alfombra flotante. En ese
instante abre sus piernas —en Oposición a las piernas cruzadas de la otra mujer sentada en el sillón de
la tela precedente— para no pisar la sombra que se escurre como lava, en diagonal, desde otra puerta que
clausura un pasillo. Puerta frente a la cual la escalera nos parece de utilería, redisponiendo la aptitud
de la mujer de vestido rojo a vigilar el acceso a una escena (de) interior que se revela como un calle-
jón sin salida. Este permite “descubrir la cara oculta de las grandes avenidas” (2) por las que Nelson
Lagos transita, con la cadencia mecánica de un ciclista que lleva en las espaldas el peso de sus junturas.
No es casual, entonces, que repita en otras dos telas, la misma estructura parcial del vehículo fragmento que recorta la zona del piñón, un extremo del marco, un segmento de rueda, reservando la totalidad formal del sillín. Son pedazos escogidos que hablan de una ausencia. En esa zona se desmultiplica la fuerza motriz de las piernas y las rodillas… sobre todo de las rodillas que remiten a la idea de articulación como arte de pulsación. Lo que pulsa es el ritmo de un abrir y cerrar de ojos, haciendo efecto de franja —ranura vertical—
para dividir los cuadros en escenas narrables. Pongo atención en el sillín cuya silueta se recorta sobre
una superficie descascarada por la acción de frotamiento de un paño empapado el líquido removedor.
Es la idea de tela como sábana sucia en que la pintura cubre la culpa del primer derrame. Por eso el
sillín es suficiente para remitir al pedaleo que sustituye la cabalgata como figura del acto sexual.
Para abordar las pinturas de Nelson Lagos he realizado una aproximación forzada entre su compostura y el estado actual de los estudios sobre vida” cotidiana en el último período de regla de la investigación social chilena. Forzada, al modo como se fuerza a 3600 una película de 400 ASA, para obtener imágenes con gran efecto de grano. El grano, aquí, es el afecto micro-censurado por las dimensiones que entran en el juego
de la composición narrativa; las figuras manifiestan, cada una en su origen y en su régimen de cita
—dibujo lineal de san Sebastian es repetidos sobre masas del color que aprietan otras figuras laterales que,
a su vez, enarbolan globos de comic en cuyo interior, se ordenan según el caso signos a— significantes O pequeñas escenas que reproducen el mismo cuadro o aspectos de este en abismos parciales—; manifiestan, digo, la condensación de un cúmulo de historias barriales que hacen punción en la gran
historia citadina, declarada parsimoniosamente “memoria colectiva?.
Hay en las pinturas de Nelson Lagos una nostalgia particularizada que hace estado del peso de los
pequeños grandes héroes de su infancia, armonizando imágenes de Gardel —siempre planamente
pop— y James Dean (entre otros)ostentosamente fileteado como los san sebastianes atravesados de
saetas, que son las extensiones punzantes de nuestra mirada punitiva —con los márgenes sobrecar-
gados de escenas familiares. Pero, familiaridad de uso en el recurso a imágenes vecinales prestadas que
se estatuyen en catálogo básico de una sentimentalidad siempre a la deriva. Por eso pienso que estas
pinturas conforman un catálogo de imágenes observadas por el ojo de la cerradura; en la sierra dura
de la pintura. La sierra que segmenta las secuencias rememoradas y las hace durar, flotando, sobre
un preparado amargo en que se reproducen aplicadamente las leyes del oficio… el oficio que
Nelson Lagos enseña en la Escuela Experimental Artística. Valga mencionar este aspecto para retomar
el párrafo inicial de este texto: las pinturas de Nelson Lagos son como el coro en las tragedias san-
tiaguinas de Eurípides que, contra la vanidad del gran gesto pictórico y la insaciable aspiración de la taquilla, reivindican los sueños del barrio; en fin, el color valor de la vida cotidiana en pintura.
Notas:
(1) Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia,
Flacso, 1988. (2) op. cit.
Nelson Lagos

“Para agotar las imágenes no hay nada mejor que las palabras” Wang Bi
El arte vive de la memoria y del porvenir, pero también de la destrucción y el olvido. Cuando pinto tengo algo que decir, voy directo hacia la tela blanca, al vacío, hacia donde la tierra termina y dentro de esos bordes me escondo. Y si todavía tengo algo que decir; la pintura, y las imágenes son mi lenguaje.
Mi interés por la fotografía y manipulación y uso en mis pinturas, se baso siempre en la en imágenes procedentes de medios de comunicación grafica carentes de valor estéticos, pues con esas imágenes se cubrían la paredes de diversos lugares, como si fuera papel decomural, para que no entrar el frío y el viento, siempre me cautivaron y me pase mucho tiempo mirando murallas, era la trans-historia de mi país. Un archivo visual y estético, era mi memoria visual cuando era un niño.
Hoy he tratado de averiguar cuales son la caducidad de esas imágenes, de su abandono, del olvido de esas imágenes, en suma el origen. Es para mi la historia del ser-olvidado, nací con la radio, revistas, el cine, las historietas.
Me interesa el acto de paralizar el tiempo en una fotografía, a diferencia del cine que intenta imitar el fluir de la vida. En mi pintura estas imágenes buscan vivir nostálgicamente en el observador, sus fantasmas aparecen, adecuando su mundo o experiencias a mis pinturas. Intento revitalizar las imágenes usadas para construir una nueva memoria que mirando al pasado construya nuevas historias a través de mi pintura.
Me interesa reunir en una exposición diversas pinturas que tienen en común estas pintura, como una memoria detrás de la historia.
Esto me remite a no ser tan fugaz, tan efímero como los es hoy nuestra vida, el vértigo, la velocidad. Trato con mi pintura que sea un ínstate para detenerse a meditar; un instante infinito en el tiempo, y a su vez una demostración de afecto por los valores básicos
del ser, es esto lo que me interesa como narrativa visual, para, resolver con el lenguaje de la pintura. Me interesa como pintor ser un medio para la vida, esto me permite con la pintura ser una necesidad para comprender y hacer visible a los otros y al otro.
Hoy por hoy estamos rodeados por una procesión de simulacros, tergiversaciones de las copias, arreglo sobre versiones, todo entremezclado en una glorificación de las mezclas. Todas las manifestaciones de la cultura se ofrecen fragmentadas, todo se transforma en moda, esa es la moda hoy, carente de toda transcendencia, la moda sin tiempo. La línea del arte y las otras manifestaciones quedo casi borrada, fue el profesor Marshall Mc Luhan el que predijo una cultura de imágenes, una sociedad fragmentadas, sin tiempo para mirar atrás, así acabaremos en una sociedad o aldea global.
Los sobresaltos de religiosidad histórica y de los grandes proyecto paranoico; nos hace pensar más en volver a los ideales de la tolerancia, derechos humanos, la familia, democracia. Alguien dijo: “si la ideas dividen, mejor no tener ninguna”
Democracia total para el creador, pero con una salvedad que no obstaculicé.
Las obras maestras no son productos de esta época, la pintura ha dejado de ser una manifestación del espíritu lo que importa es su valor comercial.
La pintura debe servirme para responder a las situaciones o los problemas que tenga el pintor en su momento; como dice el poeta Wang Bi : Es como el hombre que persigue a una liebre por su rastro: cuando atrapa a la libre, olvida el rastro.
Por no hablar de nada, hay quienes hablan de todos, que la pintura ha muerto, la pintura es cíclica; muere y nace todos los día se en cada pintor del pasado y en cada pintor que existe. Alguien dijo: “todo lo que no es tradición, es plagio”
La presencia de mi pintura en el escenario contemporáneo no obedece a un capricho, sino a la meditación mas descarnada y real, se pinta por deterioro virtual o actual, de su prolegómenos; por un deseo irresistible hacia la pintura, que arrastra, con el y para ella la memoria de su aprendizaje, una pintura sin historia.
Me enfrento aquí y ahora con una conciencia critica ante mi memoria colectiva; no para enfrentarse a ella con nostalgia, sino como un instrumento y punto de referencia que nos colocara con determinación en un contexto determinado. El punto de vista de una generación, donde se discute, reconstruye el pasado, haciendo de la historia una plataforma dinámica, abierta, y no una jerarquía de valores establecidos y anacrónicos.
En primer lugar, mi afán por pintar y de aprehender lo esencial del ser humano, lo que de alguna forma habrá de remontarme hasta los orígenes la familia, unidad básica de la estructura de nuestra vida. También porque cada tela pretende ser una afirmación del espíritu para comprender profundizar en el ser humano.
Tras la aparente sagrada humanidad viviendo en una sociedad tecnológica tan avanzada como la nuestra, el ser humano no es tan humano como parece, el hombre en esta sociedad esta irremisiblemente solo, incomunicado hasta lo imposible, casi todo es virtual, por eso la familia lo complementa y lo libera
Para poder pintar tenia una ocupación de profesor: Enseñanza Básica, enseñanza media ( Escuela Experimental Artística ) universitario, Universidad Católica, Universidad Diego portales, Universidad de Talca, Universidad de Chile, y otros lugares mas; vivir con la pintura, y no vivir de la pintura, de esa manera podía pintar mis ideas y no estar preocupado de la venta de mis cuadros,
Como explicar lo que pinto a través del la palabra, si las palabras y los conceptos son tampoco confiable cosa que no es el trazo de pincel. Tomar conciencia de que un pintor
es igual a cualquier otro ser humano y que su pintura no es mas que eso; su pintura. Así su pintura se volverá más verdadera.
Un pintor es un vidente?, puede hablar por su época?, no lo creo y si pudiera pintarlo quien lo entendería.
Con la intuición se encuentran las imágenes correctas, para contemplarlas con el sentido.
Que nos depara el futuro del arte, hacia donde va, y otras infinidades de preguntas; como no soy adivino, tampoco vidente ni profeta, y solo hago lo que puedo hacer, que es pintar,
con la intuición y las sensaciones y la existencia misma, el presente, el ahora, el no mas juego conceptuales.
Para mi pintar es tomar contacto con la visión, con mi expresión sensible, con la naturaleza y su infinita creación.
Para mi pintar, es el hombre con su grandeza y fragilidad y junto a el con mis temores, mis luchas, mis esperanzas frustradas, mis sueños y mi imaginación ilimitada y limitada, mi tristeza, mi soledad, no mas sensaciones virtuales, sino reales. Apoderarse de ese instante eterno a través de la pintura y morir en el, de manera de obtener la libertad creadora y recuperar la fe en la pintura y su fuerza creadora.
Para mi pintar es estar ajeno a las modas, dejar que las obras hablen por si misma, así la palabrería y los conceptos que vuelvan al lenguaje, para que las obras hablen por ellas mismas, que la pintura hable por ella misma, para pintar hay que dejar de hablar.
Mi lenguaje esta desconfigurardo y descompuesto, pero no es mi lenguaje, sino el de mis antepasados, pero en mi desarrollo de pintor no he creado un nuevo lenguaje solo lo transforme. Toda mi pintura es en un principio , es un desastre, carece de
genero y numero, y su paso esta marcado por la expresión, profecías, terror, melancolía, narrativa visual, evocaciones, nostalgias, cuando mi pintura no reconoce una razón profunda, es que estoy frente al arte por el arte..
un verdadero lenguaje pictórico me remite a su forma de la esencia de la imagen, si embargo
es necesario aclarar que no pinto lo que quiero, sino utilizando los materiales que la vida me impone y que generalmente sobre pasan mi experiencia.
La imagen única posible expresión, y motor de mi trabajo, y como síntesis se aleja de la explicación verbal de todo el proceso. El pintor no habla ni explica, únicamente se expresa pintado.
Mi pintura no tiene tiempo ni espacio en si misma, no así en quien observa ya que la pintura vive unida a sus propias leyes,
mi obra no es impresión, sino expresión; no como un reflejo, es de carácter, en su destino no hay lugar para ambigüedades, por esto no puede haber ni buenos ni malos pintores.
El naufragio de la sociedad consumista, fragmentada, violenta, etc., cada día disminuirán mas las necesidades del arte en el ser humano, y los pintores solo nos quedara pintar los cielos en un atardecer o desaparecer dentro de su propia obra.
Aparentemente en la forma, pero fiel a una concepción existencialista del ser humano, esa eterna y constante búsqueda y obsesión por ser y su territorio.
desde que comencé a pintar que ando manipulando y rompiendo materiales, como resto arqueológico, buscando en la memoria y las emociones del hombre.
Pinto por el placer de pintar, recuperando las armas del pintor: los materiales, la materia, los soportes, el formato, la deconstrucción, la fragmentación y los restos que delatan la presencia del hombre, así estructuró mi composición y delimito nuevos territorios.
Sin necesidad de estigmatizar las matemáticas; como una amenaza de mi trabajo, donde expreso y construyo mínimas y misteriosas composiciones, sus síntesis y configuraciones no ocultan secretos a la imaginación y en esa tensión intensa la geometría en ruinas sobrevive gracias a la fuerza creadora del hombre, pero esa imaginación creadora no es nada sin la arquitectura de la geometría, donde la forma adquiere su carácter.
Se vera en estas obras, fragmentos indescifrados de un mundo perdido, la técnica me sirve y ajena a su pasado, se manifiesta autónoma, irrumpen fragmentos figurativo apenas visibles, otros de gran nitidez; son fragmentos de fotografías que se relacionan con la geometría, con la materia luminosa de mis trabajos: otra vez la pintura muda, sin palabras, la pintura con su mundo del color, forma, luz, asimétrica, la que puede expresarse y también puede mirarnos, aunque no sabemos su sentido de expresión. Solo trato al pintar de mantener vivo el misterio.
Nelson Lagos ( pintor )
Agosto 2017
Pedro Labowitz

El arte de Nelson Lagos ha evolucionado de su anterior interés en las ideas del arte pop
hacia un figurativismo de mayor contenido emocional y de calidez humana. Mantiene,
eso sí, su composición favorita que reúne escenas individuales en la misma tela, separadas pero
cercanamente relacionadas entre si por diversos lazos. Mantiene también su expresividad figurativa, su apego a temas del diario vivir. permeadas por una atmósfera onírica.
Ahora tales escenas suelen reducirse a dos o tres en cada obra. Preferentemente nos encontramos con una persona o un grupo de personas, muchas veces en el interior de una pieza, junto con la exteriorización pictórica de algún recuerdo afectivo: un paisaje, un baile… Recuerdos que se dan casi siempre en una atmósfera marcadamente nostálgica, casi melancólica, que surge tanto de la presencia quieta, para no decir en si misma da de sus personajes, como de sus colores cálidos de “gamas primordialmente oscuras – sin que falte el ocasional golpe de luz que sólo viene a subrayar los tonos apagados predominantes. Hay un cuadro en que el paisaje acuático emerge “como una pintura sobre un telón de fondo: un recuerdo revivido en estricta contemplación
Estas reminiscencias nos hablan de pérdidas, de ausencias, de amores idos. Alguna superficie notablemente
más granulada, alguna parte de la tela con mayor iluminación bastan para colocar acentos narrativos
pero nunca literarios; púes Nelson Lagos resuelve toda su obra a base de cánones estrictamente plásticos – y
más, táctiles. Hace ejemplar uso de las texturas de algún mantel, de algún vestido.
Los marrones, los amarillos calmados, los tintes rojos dan la tónica contra la cual se destaca a veces una escena en gamas frías. El pintor nos envuelve en ese sentir de «la emoción recordada en quietud», emoción que sigue ardiendo pero que desconoce cualquier deseo de acción.
Lagos suele colocar sus figuras humanas en el primer plano, convirtiendo las muchas veces en excelentes
retratos individuales o de familia. Impulsa al espectador a compenetrarse en ese ambiente pacífico y tantas
veces hogareño, dialogar con esos personajes que a lo mejor conocemos o que muchas veces seguramente
quisiéramos conocer – tal es la atracción de su quieta, pero expresiva emotividad..
Rafael Squirru

Nelson Lagos, trascendental
Sentimientos: los personajes del pintor chileno exhiben sus pasiones, dentro de espacios familiares y cotidianos.
El trascendentalismo es una escuela de pensamiento filosófica *religiosa que nació en Nueva Inglaterra tomando elementos 1mportantes del idealismo romántico alemán al estilo de Goethe. Su principal expositor fue Ralph Waldo Emerson, a quien se considera uno de los primeros pensadores Originales que surgieron en nuestro hemisferio. El sostiene que la vida interior del hombre discurre paralelamente a la vida de la naturaleza ley de correspondencia!. idea que había enunciado el místico sueco
Emanuel! Swedenhore. Cada individuo es único debe “marchar solo”. Paradójicamente solo así podrá
alcanzar aquello que de común tiene para con los demás, algo parecido al inconsciente colectivo del
que luego hablará Jung. Para lograr este propósito nacen falta sinceridad v coraje: no ceder a ese
otro aspecto del yo que nos empuje al conformismo. al aspecto menos elevado de nuestra constitución
anímica que se disuelve en la masa. en la multitud. Debemos tener confianza en nosotros mismos y así al.
canzaremos las más altas aspiraciones que estamos llamados a compartir con nuestros semejantes, también respetados como entidades libres que en su con junto merecerán el nombre de pueblo, como una entidad de naturaleza verdaderamente humana. en el más noble sentido del termino.
No se trata de un llamado para unos pocos sino para todos los que aspiren a la condición de personas,
como diría el jesuita Baltasar Gracián. Es esta sinceridad, que reclamaba Manet para sí, la que nos conmueve en las pinturas del chileno Nelson Lagos, que según Nemesio Antúnez nos recuerdan los poemas del joven Neruda, en Santiago,
Nacido en Santiago Chile hace 42 años. Nelson realiza cursos de perfeccionamiento que cumplen con ese requisito de probidad artesanal que exigimos a todo artista plástico. Pero como apuntamos,
esta ultima seria condición necesaria aunque no suficiente, ya que lo exigimos a todo creador es
esa individualidad, esa personalidad que solo surge a partir de la autenticidad de la persona.
Conozco Chile, incluso tengo sangre chilena en mis venas, y quizás por ello me sea mas fácil reconocer
Ese grado de “ chilenidad “ que encierran los trabajos de Lagos. No es tarea sencilla desentrañar ese significado. Sin duda una buena medida esta dada por el tratamiento de la luz, una luz que más allá de las lamparitas electicas esta como tamizada por la niebla del pacifico, y por qué no hasta el smog de la
gran urbe. Pero esto es un detalle fisico que baña los colores con una sordina que para empaña la
nitidez del sonido. Los amarillos cantan como tales, los rojos se atemperan y las sombras en contrapunto
con los claros van dando volumen y corporeidad a las figuras. Es clima general de todas y cada una de estas
obras lo que marca el sello inconfundible de su origen. Existe en la emanación de estos cuadros una
recatada modestia que no alcanza a ocultar el legitimo orgullo de lo que se es. La voz es suave y tranquila,
pero hay peso en lo que se dice. Estos personajes con sus evocaciones, planteadas con la ingenuidad del
recurso de la historieta, nos hablan de pasiones que se desarrollan dentro del ámbito de espacios familiares,
de nostalgias de pureza, de los seres queridos que quedaron como estampas para el recuerdo, contrastando
con la realidad ineludible de la cotidianidad. Es este otro punto de contacto con los tracendentalistas que
buscaban predicar lo universal a través de lo cotidiano.
Estas reflexiones y muchas más encierran las pinturas de Nelson Lagos. No se me escapa la intrepidez que existe detrás de aparente calma, dig del almirante cuyo nombre lleva.
“ la vida no es broma “, dijo Carlyle, maestro de Emerson, y esa seriedad, lo opuesto a la frivolidad, lo que nos trae a cuenta la pintura de este piadoso creador, piadoso en el sentido shakesperiano, que siente piedad
por nuestra condición de seres caidos pero perfectible.
Con temples trabajados al óleo la materia la materia deviene espiritu, como lo hubiesen queridos sus más
remotos maestros.
RAFAEL SQUIRRU
Sylvia Ready k.

Exterior e Interior
“Encerrado en el ser, habrá siempre que salir de él.
Apenas salido del ser habrá siempre que volver a él.
Así, en el ser, todo es circuito, todo es desvío, .
retorno, discurso, todo es rosario de estancias,
todo es estribillo de coplas sin fin.”
Gastón Bachelard; Poética del Espacio. pp 252.
Nelson Lagos introduce en sus pinturas la intimidad del recuerdo: habitaciones que se superponen en forma caótica, puertas que apenas se entreabren, vigas que se cruzan, clavos, marcos de ventanas, escaleras que conducen a parte alguna, libros… que sé prestan a la ensoñación. Cachureos.
En la parte superior un paisaje. Espacio exterior e interior. Naturaleza y civilización. Hueco abierto al aire libre, idealizado, Impregnado de nostalgia, frente a un urbanismo, abarrotado de elementos construidos por el hombre, convertidos en mudos testigos de nuestra sociedad de consumo.
Esta breve lectura de las pinturas de Nelson Lagos, no se contrapone con otra dialéctica, que a nivel más profundo se in-serta en la anterior: el adentro y afuera del propio ser. La imagen no deja de tener resonancias psíquicas. Así, a la nostalgia de una identidad en extinción, representada por la naturaleza, el artista opone el recuerdo íntimo de los espacios por él habitados, las huellas conservadas por la memoria, los valores y luchas que han marcado sus vivencias.
Para expresar esta particular visión personal, Nelson Lagos recurre al cuadro dentro del cuadro. Esto le permite introducir un espacio dentro de otro y crear, en forma paralela, lecturas complementarias al interior de una misma tela. De esta manera, el sentido se ve multiplicado y enriquecido. Esto no significa que en una misma obra haya más de un significado, sino que éste logra mayor precisión y profundidad en contenido, a raíz de que un cuadro explica al otro.
Esta manera de organizar el espacio, fue muy utilizada en su época por los pintores coloniales. Obedecía a un doble objetivo: hacer didácticas las obras con el objeto de evangelizar y de otro, respondía a una visión de mundo, que utilizaba distintos sistemas de organización simbólica al interior del cuadro. De acuerdo a ello coexistían distintos mundos: el inferior o humano, el superior o celeste y el infierno o Infra-mundo, concebido como una “subvida”, ubicado en el lado inferior y negativo de la existencia, tanto cósmica como psíquica. Es decir, la lectura de la obra se daba en distintos planos que no se mezclaban entre sí: un espacio superior idealizado, uno medio —cotidiano y temporal— y por último, uno bajo y negativo.
Sin embargo, este tipo de compartimentación del espacio no fue exclusivo de la mentalidad colonial. También formó parte de la cosmovisión precolombina, donde el Yo no se diferenciaba separado de la unidad cósmica. Lo percibimos por ejemplo, en el Tonalamatl: libro de los vaticinios utilizado por los aztecas, o en el Popol-Vuh, obra del consejo de los indios maya
Quiché y, en tantos otros… Asimismo, estructura la cosmovisión Mapuche, tal como aparece representado en el Kultrún, donde siguiendo el ordenamiento anterior, el lugar de arriba corresponde al Wenu-mapu, el del centro al Nag-Mapu y el de abajo, al Minche-mapu.